La traducción es un oficio que ha evolucionado desde la Edad Media. En España, uno de nuestros primeros y más ilustres referentes es la escuela de traductores de Toledo, iniciada en el siglo XII por el arzobispo de dicha ciudad, a la cual se puso a la cabeza el rey Alfonso X el Sabio, quien fue el primero en ordenar traducir obras dedicadas a diferentes ciencias del árabe, latín y griego al castellano, en vez de al latín, en el siglo XIII. Los métodos de traducción desde entonces, el siglo XII, hasta ahora, difieren mucho entre sí, aunque el objetivo sea el mismo: trasladar el conocimiento de un idioma a otro para su divulgación. En sus orígenes una de las fórmulas para traducir un códice requería hasta tres colaboradores: uno leía en voz alta el texto origen, el conocedor de los dos idiomas (quien, probablemente, solo los conocía oralmente) escuchaba y traducía a viva voz, es decir, interpretaba el texto meta, que era plasmado en tinta por el escriba. Sin embargo, hoy en día nos basta con abrir el portátil o encender la tablet en cualquier lugar con internet y tendremos nuestra traducción más o menos lista con solo darle a un botón.
Es lógico, visto así, que los usuarios de estos sistemas duden de la necesidad de los traductores profesionales que cobran una tarifa fija y que, según la longitud y complejidad del texto, pueden tardar más de 24 horas en entregar el texto en cuestión. Estos usuarios también creen fervientemente que los traductores están en peligro de extinción. Y bien es cierto que la tecnología de hoy en día ha revolucionado el mundo de la traducción, pero lo que estos usuarios no saben es que los traductores profesionales hemos conseguido darle la vuelta a la tortilla y crear softwares que utilizan la misma tecnología que los traductores online. A estos softwares los llamamos CAT Tools (Computer-assisted translation), es decir, herramientas de traducción asistida por ordenador. Mientras que los traductores online, en los que puedes introducir un texto y se traduce automáticamente –lo que se llama traducción automática, en inglés: MT (Machine Translation)–, utilizan textos traducidos por personas que emplean de referente para, mediante algoritmos, producir una traducción acertada. Las herramientas de traducción asistida, como SDL Trados, Memsource y MemoQ, entre otros, nos facilitan el trabajo, pero no lo hacen por nosotros. ¿Qué hacen estas plataformas o herramientas que las hacen tan útiles? Como si fueran cualquier otro software para tratar textos, nos muestran el texto a traducir, pero también nos permiten escribir en la columna contigua y, lo más importante, incluyen memorias terminológicas que son capaces de acumular grandes cantidades de términos traducidos, de manera que, si a lo largo del texto coinciden varias frases o estructuras, el programa te muestra la coincidencia de esa frase con una anterior ya traducida y el trabajo del traductor disminuye. También tiene una ventaja muy directa para las agencias de traducción, ya que estos programas emiten informes que les permiten saber cuántas repeticiones y coincidencias hay en un texto, lo que hace que el precio final disminuya. Aunque en traducción literaria no parecen tener una gran utilidad, cada vez más agencias exigen a sus autónomos que instalen estos programas para la traducción de textos de marketing.
Así que, traductores, no temáis a la tecnología, ¡puede seros muy útil!
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